No hay excusas
1 Esposo, 3 Hijos, 4 horas de clases, 1 Trabajo & 0 Excusas. ¡Aquí te enseño mi truco!
Lo primero que hago es tener claro mi objetivo. Identifico bien qué es lo que quiero lograr y para qué lo quiero lograr. Tener este objetivo claro y bajo la estructura SMART (específico, medible, alcanzable, realista, tiempo de caducidad) me hace comprometerme y responsabilizarme más sobre él, además, me permite visualizarlo en un momento que necesite motivación.
Una vez definido mi objetivo, priorizo. Me organizo y decido qué es lo mas importante en este momento para mi. A la hora de tomar acción, siempre me pregunto “¿esto me alejará o me acercará de mi objetivo?” Si me está costando hacerlo, no me enfoco en el esfuerzo, me enfoco en lo que lograré y en como me sentiré una vez termine.
"Una vez definido mi objetivo, priorizo".
También pienso en que todo pasa y todo es una etapa por un tiempo determinado. Si me enfoco en que nunca más podré quedarme durmiendo o nunca más podré comerme esa pizza, me recuerdo que no es así y que sólo estoy en un camino momentáneo hasta lograr mi meta. Además, me doy permisos, por ejemplo, si un día estoy muy cansada, me aliento diciéndome que “el domingo descansaré” y así lo hago. Si tengo un deseo muy grande por una pizza, también me la permito, de una forma moderada sin hacer que se esfume mi esfuerzo en un solo día.
Soy una persona pausada, mido mis actos para no tener que pagar las consecuencias. Siempre comparo el efecto de haberlo logrado versus no haberlo logrado, ¡y eso me basta para pararme inmediatamente!
Es naturaleza humana finalizar lo que empezamos, de hecho, cuando lo logramos, nuestro cerebro activa el circuito de la dopamina, dándonos la sensación de placer, bienestar y felicidad. Así mismo, cada vez que cumplimos nuestras metas, nuestra autoestima se fortalece un poco más porque entendemos que somos capaces. No obstante, si esto ocurre a la inversa, dejando inconclusas ciertas tareas, experimentamos disonancia o un leve grado de dolor, sintiéndonos culpables y decepcionados con nosotros mismos. De esa manera, cada vez que pongamos pretextos sobre por qué no logramos lo que nos propusimos, nuestra autoestima se verá afectada y entenderemos que no somos capaces.
"Mido mis actos para no tener que pagar las consecuencias".
Esto influye considerablemente en nuestras decisiones a la hora de actuar. Cuando nos acostumbramos a dejar las cosas a medias, nuestro cerebro almacena esta información como negativa. Le cuesta más salir de su zona de confort para empezar una actividad nueva porque entiende probable que la dejemos incompleta y le teme a la decepción. La buena noticia es que lo mismo ocurre a la inversa. Al completar exitosamente una actividad, el cerebro almacena esta información como positiva, impulsándonos a empezar y a continuar las tareas.
Posponer algo es fácil, no hay consecuencias negativas inmediatas. Es una forma de darnos esa gratificación instantánea que, a largo plazo, nos perjudica, pero que en el momento no analizamos, sólo estamos pensando en lo que sería mas conveniente inmediatamente. Debemos siempre recordar que esa gratificación instantánea esta saboteando nuestras metas a largo plazo y que los caminos más difíciles son los que verdaderamente valen la pena llegar. Mas importante aún, debemos tener presente que, a pesar de que la recompensa total sea muy a largo plazo, por ejemplo, lograr una imagen corporal deseada, las tareas diarias que te acercan a esa meta son las que verdaderamente nos darán gratificación al final del día, nos hacen sentir satisfechos y orgullosos del deber cumplido. Una gratificación que permanece más en nuestro estado de ánimo que una gratificación inmediata del momento.
"Posponer algo es fácil, no hay consecuencias negativas inmediatas".
Posponer hacer algo es cargarnos más mentalmente. Posponer no hará que desaparezca el deber de hacerlo, eso solo hará que se abrumen más nuestros días. El tiempo pasa, hagas o no hagas… el tiempo seguirá corriendo. Tú decides si hacerlo valioso o no.
Vendrán tiempos mejores, con metas logradas, sintiéndonos orgullosos de nosotros mismos y con más facilidad de seguir porque el cerebro tendrá la memoria de que somos capaces. Decidamos qué tipo de persona queremos ser. Honrémonos con poseer uno de los principios más admirados, la coherencia. Ser coherente es actuar en consecuencia de lo que dices o piensas, de otra forma, ¿qué sentido tendrá tu palabra?